miércoles, 13 de julio de 2011

Mi experiencia Kindle.

  Post con dedicatoria: para JD (que anda indecisa), para MIR (que se atrevió sin dudarlo), para MB (el suyo viene en camino) y para AK (que lo desea fervientemente).
  Gracias a mis charlas con un ex-alumno devenido en amigo y compinche tecnológico, Martín S., me fue interesando la posibilidad de conseguir un e-reader para el uso en clase y para mi uso personal. Las primeras prevenciones que yo tenía estaban mayormente vinculadas al tipo de lectura que hace años que desarrollo: la académica. Es decir, necesito subrayar, incluir comentarios, transcribir notas. Por lo tanto, a la hora de elegir el dispositivo era excluyente que tuviera habilitada de alguna forma la posibilidad de incluir texto y de destacar. Todo muy bonito, ya sabía lo que quería, pero como el capitalismo es ancho y ajeno desfilaban ante de mis ojos páginas y más páginas con muchos artefactos que se presentaban como lo último, lo mejor, lo más versátil, y toda la caterva de adjetivos que se puedan imaginar para describir al e-reader imprescindible. 
  Por suerte, pude dar con  la biblia argentina del ebook que facilitó y decantó la decisión. En dicho sitio, que no tiene como tema excluyente al Kindle, van a encontrar todas las especificaciones técnicas, las funciones ocultas, cómo hackearlo, en fin, cómo sacarle el mayor de los provechos y muchos temas vinculados con el este nuevo formato de lectura. En consecuencia no me voy a extender en explicar cómo funciona y demás ya que otros lo han hecho más que satisfactoriamente por mí.
  Lo que me interesa destacar es que puedo afirmar que este aparatito me ha facilitado muchísimo el dictado de las clases. A diferencia de mis queridos bolsos y carteras, acá puedo darme el lujo de llevar todo el material que uso en el año sin sufrir el martirio del peso y sin el temor a arruinar ediciones que ya hace rato están agotadas o se han vuelto impagables. Pude transcribir mis notas, mis subrayados. Puedo llevar otras lecturas para el subte o para esparcimiento sin cuestionarme demasiado si voy a poder acarrear el resto de los papeles que me acompañan indefectiblemente.
  Alguno me preguntará y ¿compraste libros en Amazon? y yo le responderé con cierto pudor: no. Y ya saben, yo leo "vetusteces" o artículos muy específicos ... Sin embargo quiero dejarles una serie de links en los que suelo abrevar para descargar libros:
http://avaxhome.ws
http://www.archive.org
http://books.google.com 
http://library.nu
http://www.quedelibros.com
http://elultimolibro.wordpress.com/



miércoles, 6 de julio de 2011

Cacharros electrónicos y demás.

  En el año 2000, gracias a la conjunción de una serie de circunstancias felices (internet, mercado libre, dinero, y otras de las que no pienso acordarme) me llevaron a la adquisición de una palm m100.
 Una vez que la tuve en mis manos, la alegría de la compra se transformó en la zozobra de la acuciante pregunta: "¿y ahora para qué la uso?" Yo no era muy afecta a las agendas, no me caracterizo por tener demasiados contactos, mis actividades son deliberada y obsesivamente rutinarias, sin embargo, el aparatito que apenas ostentataba 2mb de almacenamiento y dependía de dos pilas triple A fue lentamente ganando "mi afecto" si así se le puede llamar. Descarté la agenda, los papelitos al estilo Minguito Tinguitella, pude ponerle alarma a mis actividades con días de anticipación y no olvidaba de sincronizarla regularmente con el software para no perder mi información. Lo que más me atraía era el uso del lapicito que permitía al mejor estilo "pizarra mágica" hacer anotaciones al vuelo.
   Como sabran, los amigos "geek", todo inicio es un camino de ida y así sucedió conmigo, al poco tiempo, la mandé a un service que le subió la memoria interna a 8 mb; luego ahorrando conseguí un teclado portátil que se conectaba al puerto de sincronización y ahí puedo decir que se abrió para mí al menos un mundo diferente: podía tener word y excell usando el famoso y hasta hoy vigente "documents to go". Eso me permitió prescindir de cuadernos a la hora de cursar posgrados, de poder tener las notas de mis alumnos conmigo en cualquier circunstancia que así lo requierese, darme el lujo de llevar apuntes para usar en clase e incluso valerme del excell para tomar lección. El recorrido se amplió a medida que Palm iba presentando aparatos con pantalla color, con más capacidad de almacenamiento, con lectura de tarjetas ssd, con conexión wifi, con teclado inalámbrico vía infrarrojo y así migré a la Palm m130, a la Tungsten T3 (cuya pantalla se apaisaba según las necesidades del usuario) y a la última, la LifeDrive. 

  Mucha gente me miraba con sorpresa, cuando en Puán, o en el colegio o en conferencias, yo sacaba a "la poderosa" así apodada por mi querida profesora y mentora, y comenzaba a tomar apuntes con el teclado famoso. Pero no me detuve ahí. 
  La última adquisición que cambió mi forma de trabajar y aceleró el acopio de información que necesitaba para mi tesis de maestría y para mis trabajos de investigación fue la compra también fortuita y compulsiva de un escaner de mano. Ni pienso recordar la cara de mi esposo en casa, cuando descubrió que el dinero destinado a llegar a fin de mes había sido trocado en una especie de "resaltador-gordoquelarga-lucecita-paraquéseusa?". ¿Hace falta que aclare que al comienzo me desanimé y no le encontré la vuelta? ¿Hace falta decir la cantidad de veces que escaneaba y salían simbolitos insólitos?
  Al poco tiempo ya estaba escaneando en la Academia Argentina de Letras, en Filología, en la biblioteca central de Puán. Me mandaba los txt vía infrarrojo a la palm y ahí mismo corregía los mínimos errores de lectura que encontraba. Ya para esta época, había notebooks. No les hice caso. Lo mío cabía todo en la cartera o en el bolso, no pesaba, usaba lo que quería cuando quería. 
  Conclusión: hoy en día, ya tengo un ipod touch con el que también puedo generar documentos y un teclado Apple ad hoc (jailbreak mediante), voy con mis clases y libros adentro de un Kindle y no tengo escaner de mano (lo extraño). La idea siempre para mí fue facilitarme la tarea: no acarrear toneladas de apuntes, no llenarme de fotocopias, tener digitalizada la mayor cantidad de información para poder renovarla y reciclarla a mi antojo, acelerar los tiempos de fichaje y facitarme el acopio. Ahora en retrospectiva, miro con cierta nostalgia a mis compañeros de tesis y recuerdo siempre las caras de mis colegas cuando alguno se asomaba para hacer su trabajo. Sin embargo, quienes me miran con más asombro y no dejan de querer saber qué es o qué tengo son mis alumnos y es entonces cuando internamente me siento más satisfecha: mis clásicos y mis clases están en el lugar menos pensado para ser leído y recorridos.